Toda derrota duele, más si es frente al archirrival. Pero esta en particular duele y preocupa por la forma. No es que la U no haya corrido, no haya metido, no. El partido lo perdió desde la manera que interpretó el juego y cuando decidió inmolarse en la salida. La apuesta del profe Hoyos fue salir jugando cuantas veces fuera posible y que los laterales (Beausejour y Caroca) fueran a buscar a su marca lo más lejos posible.

¿El resultado? Todos los balones perdidos en la salida generaron inferioridad numérica por la zona central. Colo Colo nunca se preocupó por las marcas en las bandas, es más, las sostenían para mantener a los laterales azules preocupados y aislados del resto. Pero mientras eso pasaba los mejores jugadores de Guede se organizaban por el centro. Valdés, Valdivia y Paredes siempre llegaron de frente con los centrales azules retrocediendo. El primero de Paredes y el de Valdés fueron un ejemplo evidente de esto.

Luego, desde el 2-0 e incluso con el 2-1, Colo Colo propuso administrar más que presionar por una razón muy simple. No tiene jugadores veloces para hacerlo (los que sí tiene la U), pero sí tiene hombres muy astutos que saben reordenarse rápido y encapsular la salida del rival. Cada vez que Lorenzetti giró para atacar se encontró con dos o tres albos que lo obligan a descargar. Es decir, el juego azul se hizo cada vez más lateral y lento mientras el de Colo Colo se hacía vertical y peligroso. Y ojo, que esto mismo se vivió frente a Temuco. El resultado final enmascara y maquilla algunos errores, pero equipos como el de ayer te hacen pagar por todo. Con escuadras parejas las decisiones marcan la diferencia más que los nombres propios que además estuvieron muy bajos.

No se deben buscar razones en el arbitraje, la cancha ni nada por estilo. Hoy ganó un equipo que fue superior y que interpretó el juego mucho mejor desde el inicio.

Probablemente muchos hablen de huevos y actitud. Algo de verdad puede haber. Pero los clásicos no se ganan solo con eso. Se ganan jugando bien y eso esta tarde, no sucedió.

Por Rodrigo Goldberg.