Hay un cabro que triunfa en el primer mundo, les vende pan a los alemanes. Ése, es el mismo que bacila con marraqueta, pebre y chalas.
Charles Mariano Aránguiz Sandoval, el de Puente Alto que sigue siendo de Puente. Un quiltro con aroma a tierra que nunca deja de correr y morder.
Las coronas nublan la conciencia, el traje da una mirada verticalista, el narcisismo convierte en tuerto al rey. El principito sigue soñando, nuestro príncipe sigue con su alma de tierra. Lo esencial es invisible a un ferrari.
Charles es pueblo, que se levanta, crece y agiganta. Como todo pueblo se equivoca y pasó de un trapo a ser un romántico viajero. Del silencio al rugido eterno.
En la cancha nos ha enseñado que sus piernas saben gritar rebeldía, que nunca se quitó los zapatos de tierra y su armadura es su corazón proleta.
Sólo una vez te vi caminar en la cancha, no quisiste morder ese día porque Charles no ataca a los suyos y defendiendo al Inter jugó contra la U, mejor dicho estuvo en la cancha sin jugar. Es como el militar que no quiso mostrar el arma a su pueblo.
Es el obrero en la cancha, el obrero del Bicampeonato. Que trabaja calladito y ve como la prensa se vuelcan a otros. Charles es el ídolo popular que no necesita estatuas, portadas ni avenidas porque reside en la gente y renace en el espíritu del amateurismo social del trabajador, estudiante, madre y artesano.
Renegaste del oro para seguir siendo tierra. Eres pueblo Charles, erís pueblo.
Por Tomás Quinteros